Columnas

El control del sentido común

Si algo tienen en común todas las festividades, es que la mayoría de la gente sale a disfrutar de unos días de asueto, a disfrutar de la fiesta, los bares, restaurantes, discotecas… Salimos con la seguridad de que alguien está controlando, que nadie se descontrola.

Descontrol controlado

Aunque a todos no gusta descontrolarnos alguna vez, lo hacemos a sabiendas que hay limites, barreas que no debemos pasar, también sabemos que estamos con amigos o allegados que velan para que nuestro estado no derive en caos. Es lo que podríamos llamar el descontrol controlado.

Necesitamos sentirnos seguros

Cuando viajamos por carretera o ciudad, sabemos que hay controles que minimizan el riego de que una persona ebria o bajo los efectos de drogas, circule poniendo en riesgo la seguridad del resto de conductores. Aunque nos molestan los controles y nos cueste admitirlo, son necesarios para que nuestras salidas, sean más seguras y carentes de  descontrolados sin control.

Cuando vamos a una discoteca también tenemos controles. Los vigilantes de seguridad se encargan de que tu estancia en el local no se vea alterada por ningún descontrolado sin control, por ningún energúmeno que nos amargue la fiesta. Porque sí, hay gente con tan poco respeto por los demás, que es capaz de descontrolarse sin importarle dos pepinos las consecuencias de su comportamiento, ni las molestias que causa al resto.

 

Aplicar el sentido común

Ojalá la especie humana hubiera evolucionado tanto, que no necesitáramos marcar limitaciones de determinadas conductas, ni nos amenazaran con castigos, multas o represalias para que actuáramos acorde al sentido común. Sí, algo tan sencillo como el sentido común. Disponemos de esa cualidad pero en ocasiones el egoísmo de algunos la eclipsa y consigue anularla a costa de traspasar la barrera de los derechos ajenos.

El día que nuestro racionalismo alcance esas altas cuotas de evolución, a saber, que el sentido común se anteponga al egoísmo, posiblemente ya no precisemos de policías ni vigilantes. Posiblemente tampoco necesitemos descontrolarnos.

Hasta entonces tenemos que agradecer que las fuerzas y cuerpos de seguridad, así como los profesionales de seguridad privada, velen por nuestra seguridad especialmente en esos momentos de ocio y fiesta cuando los energúmenos son más proclives a descontrolarse sin control.