El sector de la seguridad privada en España es un segmento muy importante de empleo, con unas características particulares, que, además, no siempre se valoran en la medida adecuada.
Debemos empezar destacando que una buena parte de las empresas de seguridad de nuestro país son compañías profesionales, con una alta cualificación del personal y medios, y, sobre todo, con un gran empeño en la mejora, innovación y formación continua.
Sin embargo, esto no es impedimento para que uno de los problemas más serios del sector tenga que ver con el intrusismo profesional, tal y como veremos más adelante.
Tras el fin de la mayoría de las medidas de restricción, y la llegada de una cierta normalidad a las costumbres, llega el momento de análisis inicial del impacto para el sector de la seguridad privada.
Aún no hay muchos datos concluyentes ya que, a las cifras de 2020 habría que sumar también las del primer semestre de 2021, y, de hecho, los datos de lo que resta de año y esta nueva normalidad que, como veremos, trae consigo nuevos retos para los vigilantes privados.
En 2020 el número de empresas de seguridad en todo España se acercaba a las 1600, teniendo en cuenta las autorizadas por el ministerio del interior y las comunidades con competencias (Cataluña y País Vasco).
Esto arroja un panorama de algo menos de 85.000 profesionales activos, que son una cifra sensiblemente inferior a los más de 100.000 que se cuantificaban antes de la pandemia de coronavirus.
Aunque los datos no son todavía fiables, se calcula en torno a un 20% el retroceso del sector en general.
Esto es algo curioso, habida cuenta de que la necesidad de seguridad privada se ha reforzado a lo largo de la pandemia, tanto desde el punto de vista de la vigilancia en locales, urbanizaciones, empresas, como en la seguridad de eventos, espacios colectivos, de ocio, etc.
La seguridad privada que, ya en los últimos años tenía un gran nivel en nuestro país en cuanto a medios, formación y avance tecnológico, es cada vez más profesional y con mayor exigencia.
Esto choca de plano con algunas prácticas aún visibles (aunque cada vez menos) que tienen que ver con el intrusismo profesional, la no cualificación, e incluso, los límites de la legalidad a la hora de la prestación de servicios.
Y es que, probablemente, una vez superada la antigua visión de los vigilantes de seguridad y concebida su necesidad, profesionalidad y servicio público, el mayor problema del sector, uno de los mayores, sigue siendo el intrusismo.
Esto es algo que podemos comprobar en la diferencia de servicio que vigilantes de seguridad profesionales, formados, capacitados y con herramientas profesionales adecuadas, ofrecen en los entornos de ocio, frente a personal casual, sin formación, ejerciendo tareas que demandan una alta cualificación.
Afortunadamente, en España cada vez los ciudadanos, las instituciones, las empresas y el conjunto de la sociedad valora más la vigilancia privada. Y, si ésta no tiene nada que ver con lo que era hace 30 o 40 años, tampoco la visión del conjunto de la sociedad es la misma, afortunadamente.
Cada vez se demanda en mayor medida seguridad profesional. Que sea capaz de cumplir con la normativa vigente a todos los niveles, con todas las homologaciones y que, además, no olvide que, dentro de sus competencias profesionales, también existe un papel de servicio público.
Esto, lógicamente, queda muy lejos de quien no cumple la ley o quien no está capacitado para cumplirla.
No olvidemos que hoy en día, más tras las nuevas circunstancias que ha traído consigo la pandemia, la seguridad privada en nuestro país proporciona vigilancia presencial, pero también, alta cualificación personal, planes tecnológicos, de recursos humanos y materiales en todo tipo de ámbitos.
Realmente la seguridad privada profesional española es muy eficaz y reconocida a nivel internacional. Las empresas profesionales de seguridad en España tienen poco que envidiar a las homónimas europeas.
Esto significa que, realmente, los retos de futuro de la seguridad privada en España tienen mucho que ver con el conjunto del sector a nivel global.
Si tuviéramos que destacar por encima de otros algunos de estos retos en nuestro país, sin duda el primero sería delimitar cada vez más y reducir la presencia de intrusismo profesional. Algo que aún continúa presente, aunque cada vez en menor medida.
Otros retos importantes para las empresas y los vigilantes privados son:
Los procesos de formación continua: los nuevos retos que las tecnologías y los nuevos paradigmas sociales traen consigo obligan a procesos de formación y capacitación continua, formando profesionales capaces de enfrentarse a ello
Eso sí, es imprescindible seleccionar de manera correcta la empresa que sea capaz de ofrecer todo esto cumpliendo con las normativas y la legalidad vigentes, huyendo de intrusismo, falta de profesionalidad y malas prácticas profesionales.